domingo, 28 de julio de 2013

UNO DE HACE TIEMPO

Pensando en ti

Mañanas en casa, preparas el café y todo se inunda de su aroma. Y es que a ti siempre te gustó pasarlo, ¡pura esencia!, dices, mientras te deleitas con su fuerte gusto.

Has salido al balcón y yo tras de ti, es maravillosa la vista que la naturaleza nos regala: el mar… es que vivimos tan cerca que su olor ya es parte de nuestras vidas. Cuando está despejado el horizonte de la frecuente neblina mañanera nos deleitamos al divisar la Costa Verde desde La Punta. Todo parece perfecto, casi a la entrada de la casa tenemos un parquecito con árboles, flores, y bancas para los enamorados. Los innumerables pájaros que viven allí siempre nos regalan sus cantos matutinos y vespertinos.
Te tomo de la mano y tú me abrazas, qué mejor lugar para sentirte, para amarte, para compartir a tu lado mis años, mis ilusiones, mi vida entera.

«Hay que trabajar», me dices, con tu sonrisa de medio lado y tus ojos… esos ojos grandes y oscuros, como las profundidades de un mar agreste donde siempre me perdí. Y yo quiero seguir allí, abrazada a tus grandes pechos, a ese espacio que solo es mío, porque nadie los conoce mejor que yo.

Tú te encargas de convencerme, como siempre, y casi sin darme cuenta ya estoy preparando la lista con las cosas que debo comprar en Gamarra, mientras tú coses y cantas al compás de esa música que ahora también es mía.

Y así se pasa otro día más, llega la noche ¡y tú tan fresca!, pareciera que no has hecho ni la mitad de todo lo que has terminado, tu energía es apabullante… ¡y pensar que tienes 13 años más que yo! Siempre lo pensé, sobre todo durante las mañanas que te pasabas de largo, sin dormir durante dos noches seguidas y continuabas cantando y silbando mientras trabajabas sin parar. Y yo, que apenas trasnochaba una vez, me quedaba dormida en medio del trabajo mientras me arropabas y besabas en la mejilla, solo tú continuabas despierta hasta terminar con el vestido, la falda, o qué sé yo.

Es delicioso compartir tu cama, sentir tu cuerpo grande, voluptuoso, encajas perfecta en mí, siempre estás tan caliente… nuestros primeros encuentros sobre lo que tu llamas chailón, como muchos de hablar antiguo y burdo al referirse a la palabra francesa chaise-longue (cheslong) que titula así a los sofás sin brazos, pero este no tenía respaldar alguno, era un colchoncito de una plaza sobre un bloque de madera, ¡diablos! ¡No sé cómo entrábamos!, bueno… sí lo sé, la única forma era estar una sobre la otra y vaya si lo disfrutábamos… tanto que me olvidaba de la hora, de irme a trabajar… la suerte era que no tenía horario, ni de entrada ni de salida.

Lindos días, preciosos amaneceres junto a ti donde respiraba aromas inolvidables, tu café, tu olor a vainilla, a frutas, estás aquí, pegada a mí, sigues siendo parte de mi vida, de mi esencia, aprendí muchas cosas a tu lado, gracias por darme todo: pasión, ternura, alegrías y tristezas.

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