jueves, 18 de julio de 2013

¡ESAS AMIGAS CUARENTONAS...!

Calentando el terreno

Era mi primer trabajo, y estaba orgullosa de sentirme independiente, de poder comprar y pagar lo que necesitaba sin tener que pedirle dinero a papá. Era muy feliz, y muy derrochadora también.

Aún no había tenido mayor experiencia sexual en mi vida, de juegos de manos, abrazos de ‘amiga’ y besos robados no pasaba. Y es que en la universidad había una chica de la que me enamoré perdidamente. Lamentablemente era heterosexual, pero mi inexperiencia me gritaba: ‘Tú sí puedes’, y me gané más de un dolor de cabeza por creer esto.

Éramos varios los que trabajábamos juntos en la oficina. Recuerdo que me puse de acuerdo con dos compañeras, una menor y otra mayor que yo para irnos a la sierra en tour. La pasamos muy bien.

Me hice más amiga de la señora que de la chica. Esta cuarentona estaba casada y tenía varios hijos, el mayor ya era adolescente. Me comentó que peleaba mucho con su esposo, que tenían problemas.

Un día que salimos me llevó a su casa. Como se hizo tarde me invitó a pasar la noche allí, pues ya se había separado del marido y se sentía sola… Recuerdo que estuvimos tomando lonche en la sala comedor, luego de ver televisión me dijo que se iba a dar un baño, estábamos en su habitación.

Lo primero que me llamó la atención fueron las sábanas que tenía su cama de dos plazas: ¡eran de raso rojo! Nunca había visto eso.

Mientras estaba terminando de cambiarme ella salió del cuarto de baño e irrumpió en la habitación… ¡en cueros! Estaba como dios la trajo al mundo, yo me quedé petrificada. Ella, sonriente, cogió un frasco de perfume y se puso unas cuantas gotitas en el pubis, se acercó a mí y me puso un poco en el brazo. «¿Te gusta?», «Sí… claro», le contesté tartamudeando.

Se puso un camisón negro, muy corto y transparente, y seguidamente se metió en la cama donde yo ya estaba instalada. Apagó la luz de la lamparita y nos quedamos a oscuras.

Ella siguió hablando por un breve momento. Nos despedimos y deseamos buenas noches…

Para mí fue la noche más larga que haya tenido, prácticamente no respiraba, estaba estática, traspiraba copiosamente y no me atrevía a rozar su cuerpo. Y así fue, amaneció y yo apenas dormí, cumplí mi propósito de no tocarla, pero vaya que me costó.
Esta fue una de mis primeras experiencias, era bastante joven y muy tímida. Hasta ahora no sé exactamente cuáles fueron las intenciones de mi amiga, quizá tuvo ganas de experimentar conmigo algo de lo que fue también incapaz de iniciar.

Lo cierto es que fue uno de los tantos episodios de mi vida que me sirvieron de precalentamiento para mi aprendizaje con las mujeres.

Verdaderamente me incentivó mucho esta guapa mujer, y me sirvió de prueba de resistencia para aprender a dominar mis impulsos cuando lo necesitaba hacer.

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