miércoles, 12 de noviembre de 2014

SER LESBIANA EN EL PERÚ

Una nebulosa esconde mis recuerdos de esos días. Estuve 29 días en esa clínica pero casi no tengo memoria de ese tiempo.
Lo único que tengo en mi mente es la visión de cortinas crema y, luego, una toca de enfermera que cae. Nada más.

Oh, de veras. También recuerdo el día de mi salida, bueno... algo. Cuando me trasladaban en camilla y solo veía el techo y, de rato en rato, las caras de enfermeras. Después, cuando estaba en el ascensor. Luego, me empujaron en una silla de ruedas hasta un auto, a la entrada de la clínica, cuya falta de asiento delantero me sorprendió, pero rápidamente mi interrogante se desvaneció al ver que me introducían al vehículo con silla y todo.

Sí, estaba tan débil que no podía ponerme de pie; a pesar de tantas transfusiones de sangre seguía anémica, tanto que una gran amiga se trasladó de Chaclacayo a mi casa un domingo para darme un litro de sangre. Sí, ya estaba en casa, tomando Sustagen todos los días, y me tuvieron que trasfundir nuevamente, pero por última vez. Pesaba como 50 kilos y medía 1.76 m. Ya me había repuesto bastante. Estaba gorda, en comparación con la calamidad que había sido.

Seguiré con mis pocos recuerdos de mi estancia en la clínica. Esa toca que caía me tenía intrigada pero no sabía nada más que eso. Después de unas cuantas semanas en casa, el teléfono sonó. ¿Es para mí? Sí, me dijo mamá. No podía creerlo, una llamada. Desde ese día supe de quién era la toca que veía, en mi sueño, volar por el aire. Recuerdo que mientras me hablaba, ella reía acompañada de otras risas más. Sí, me decía, estoy en la clínica y aquí todas te mandan saludos. ¿A mí? ¿Quiénes? Todas las que trabajamos aquí, me dijo, riendo.

Cuando ya pude salir a trabajar (en menos de un mes), quedamos en vernos. Ella me recogería. Dijo que yo la reconocería al verla, que iba a estar frente a la puerta de mi trabajo, en la vereda. Y así fue. Pero no la reconocí fácilmente, era diferente sin uniforme. Caminamos hasta el parque que hay detrás de la Arequipa, allí nos sentamos en una banca. Conversamos, me besó y yo a ella. Me gustaba que fuera así, no le importaba la gente ni la hora en que lo hacíamos, pues casi siempre era por la tarde y a la vista de todos, aunque nadie jamás se dio cuenta ni fijaron su atención en nosotras.

Así estuvimos hasta que nos mudamos. Yo le contaba mi vida. Era terrible. Mi padre puso a una psicóloga para que "converse" conmigo porque ella --según lo que me dijeron luego-- me iba a curar de mi homosexualidad. Sí, todos estaban de acuerdo con que yo seguía enferma, pero esta vez del alma.

Imagino que pensaban que estaba endemoniada o algo por el estilo. Todos los días veía a mamá consumirse en depresión, amargura y odio hacia mí, mientras papá gastaba la plata que no tenía --se hizo de muchas deudas-- para conseguir que sea una chica linda y "normal".

Recuerdo --eso nunca lo podré olvidar-- que una noche mis padres regresaron de una cita con la psicóloga argentina (encima era muy linda, la condenada). Justo ese día le había contado toda mi vida. Sí, pues, encima me enamoré de ella. Entonces le dije mucho, incluso de mi amante, alguien conocida de mis padres y mi familia. Ella era joven pero mayor de edad. Fue la hecatombe. Mi madre, cuando entró a la casa, fue directo a mi cuarto y, parada en el umbral de la puerta, me gritó que la doctora había dicho que había corrompido a una menor.

Mi padre solo se metió a su cuarto y cerró la puerta. Mamá se dio la vuelta y entró a verlo. Yo seguía postrada, no podía pararme bien ni caminar sola. Desde mi prisión con sábanas escuché los gritos de mamá: "Amor, deja el arma". No sé a ciencia cierta que pasó allí pero es fácil de suponer. Para mi progenitor la noticia fue devastadora, tanto que pensó en el suicidio. ¿Te imaginas cómo me sentí? En ese momento, como un resplandor, iluminó mi mente el momento en que le contaba mis intimidades a la psicóloga. Eso pasó horas antes, en casa. Y ahora, todo ese desastre era por culpa de esa mujer que fue capaz de pronunciar palabras tan terribles a mis padres como: "Su hija violó a una niña".

En ese momento en que las palabras de mi madre resonaban en mí, solo quise pararme y buscar a esa pésima "profesional" y darle un escarmiento. Por primera y única vez en mi vida quise matar a alguien. Estoy segura de que si la hubiera tenido cerca, la mataba. No sabía dónde encontrarla pero mi ira era irracional, solo pensaba en buscarla, en caminar, en bajar al primer piso y salir a la calle.

Sin embargo, no podía caminar pero no pensé en eso. Pude hacerlo hasta la escalera, que estaba frente a mi cuarto, bajé el primer escalón y luego caí de cabeza hasta el primer piso. Mientras intentaba ponerme de pie y alcanzar la manija de la puerta, una mano, que imaginé gigante, me agarró de la camisa de dormir y me subió a rastras, gritando. Era mamá, y yo estaba tan débil y delgada que no pude resistirme. Me tiró a la cama y lloré toda la noche.

Me sentía lo peor del mundo. Mis padres sufrían por mí, mi familia también. Mis tías no querían ni verrme, mi abuelita, que tanto quise, dijo que mejor me hubiera muerto en el accidente que tuve y que me llevó a la clínica, antes de ser una lesbiana.

Todo lo he perdonado, pero creo que tú debes conocer lo que produce en muchos enterarse de la homosexualidad de un ser próximo y amado. Sí, aunque no lo creas somos amados por nuestros parientes, a su manera y sin contar con nuestros sentimientos. Es el machismo que existe en nuestra sociedad lo que hace que nuestros seres queridos no vean más allá.

No fue fácil para mí irme de casa. Recuerdo que mamá subía y se sentaba en el umbral de la ventana de mi cuarto, en el segundo piso, cada vez que decía que mejor me iba. Ella me amenazaba con tirarse de allí si se me ocurría hacer tamaña locura. Lo hizo dos veces, pero a la segunda me atreví, con el corazón en la mano, a contradecirla y asegurarle que al día siguiente me iba. Osé decirle: ¡Tírate!, pero no lo hizo, todo era solo manipulación.

Estuve bastantes años fuera de casa, eso me hizo crecer y valorar las cosas. No me arrepiento de todo lo que hice. He vivido mucho en poco tiempo y le agradezco a Dios por todo. Aprendí a perdonar y amar con todo, con cada fibra de mi ser y con la fuerza de la que soy capaz.

Por eso, si tú te sientes presionada trata de buscar una salida. Si no puedes irte de casa, refúgiate en cualquier sitio de allí o sal, camina (hace mucho bien) y quédate un buen rato en algún lugar que te haga feliz: sentada en la banca de algún parque o al pie del malecón, porque mirar el mar relaja. Escoge un sitio o una actividad que más te gusten y búscalos. Eso te confortará.

Si puedes irte de casa porque la situación es insostenible y ya no aguantas, ¡vete! Así tu madre llore o te amenace con matarse hazlo, eso no te hace mala hija o una persona detestable. Lo mejor de todo es que ustedes se van a amar más estando lejos, ya lo verás. Eso me pasó a mí y no creo que ahora sea diferente. Hay muchas historias de chicas como tú, que aman a otra mujer y que son incomprendidas por su familia y amigos. Nunca dejes que te menosprecien por el amor que tienes en tu corazón. Todo sentimiento tan puro es digno de alabanza y no de sentimientos negativos.

Espero que te haya servido lo que te conté. Vive y disfruta de ti misma, ten orgullo de ser capaz de amar porque no todas las personas pueden hacerlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario