Se acercó a mí con su estetoscopio en mano. Venía la prueba más difícil. Sentir que sus dedos rocen mi cuerpo, mis pechos, para tomar la presión, los latidos de mi corazón. Sabía que siempre iba a salir mal el examen si no ponía de mi parte, si empezaba a pensar en ella como mi amante. Por eso, después de transpirar bastante, lograba controlar mi emoción (o eso pensaba). Cómo me gusta la condenada doctora.
No es que sea linda, lo que pasa es que me atrae su sensualidad. Y es que soy experta en sentir esta "cualidad". Apenas conozco a alguna mujer, siento que su libido es alto. Eso no se me pasa por alto. Ella trasmite todo eso. Me encanta, quizá por eso mi corazón latió más veces de lo normal y comencé a medicarme según sus indicaciones. La doctora de mamá se convirtió en la mía. ¡Qué casualidad!
La extraño. Ya pasaron varios meses pero sigo viendo a esta mujer cuando acompaño a mamá. Ella se pone nerviosa debido a mi confesión. Sí, la agarré desprevenida un día de consulta. Estábamos solas y mi lengua fue más rápida que mi razón y dije: "Doctora, usted es muy atractiva. Me encanta".
Pasaron varios minutos hasta que pronunció un gracias atolondrado. Estaba colorada y tenía una sonrisa de medio lado. A pesar de ello, siempre me trató bien. Lo digo porque mucha gente es homofóbica en el Perú. La cardióloga se porta muy bien conmigo, siempre es amable.
Y es que extraño los uniformes, siempre me gustaron. Dentro de poco te contaré sobre mi amante, la que me enseñó cómo hacer el amor, la que me hizo llegar a la luna con su boca caliente. Ella vestía de blanco, tenía toca, ¿ya sabes qué oficio tiene? Sí, así es. Y yo era una paciente con mucha suerte.
Hasta pronto
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