miércoles, 16 de marzo de 2016

HP

A lo lejos escucho el ruido que algunos autos hacen al retroceder. Este no es más que un bip, felizmente, y no los gritos horribles de aquella mujer que hace de locutora señalizando cómo hacer la maniobra.

Ahora solo tengo la compañía de los dos ventiladores de la sala y la luz de la lámpara de la esquina. Claro, no debo olvidar a mi inseparable herramienta de trabajo y desvelos: mi hp. ¿Que suena feo? Bah, si justamente lo pongo así para llamar la atención; y no es que sea una estriptisera de tres por medio, como dice MVL, no, sucede que cuando tengo delante el teclado mis dedos se sienten libres de sacar estallidos, al igual que mis sesos.


De rato en rato, el carburador roto a propósito de alguno (o alguna, para cumplir con mis amistades feministas, lesbianas y activistas) rompe la monotonía. El ruido se llega a perder pero aparece otro y otro. No sé si envidiar o sentirme a gusto con mi soledad, pero muy dentro tengo ganas de volver a hacer locuras y escaparme lejos.

Esto último me grita a la cara... sí, es verdad, si ya estoy muy lejos y sigo por allá y no por acá. Por eso me gustas tanto hp, por eso inconscientemente te evado para no regresar a la locura, ese maravilloso estado que me hacía llorar y reír a la vez, esos momentos en que no importaba nada, tan solo el deseo de jugar con fuego aunque me quemara.

Mañana me toca volver a esa sala llena de cajones de muerto, donde veo paredes huérfanas de todo, donde mi tórax se llena de oxígeno y mis oídos estallan sin que pueda hacer nada más que soportar sus silbidos que piden que paren de aumentar la presión. ¡Mierda! Otra experiencia nueva, que me acerca al momento de ser tragada por un ataúd, es como un collage que se pelea con las otras que viví para estar en los primeros puestos. Parece que gané la lotería y tengo una vida variopinta, especial, fértil, aunque yo esté seca.


Ya casi solo se escuchan las ráfagas susurrando a mis oídos que vomitan estos aparatos. Hoy hizo una ñizca menos de calor pero en esta casa casi es imperceptible. A veces pienso que me están preparando para lo que vendrá cuando muera ¡ja! Te lo creíste, ¿no? Pues me llega al pincho que no tengo la muerte, conocida mía, tan conocida que me la sé tan bien que poco o nada me importa. Y no es que me quiera morir, no, me gusta la vida, ¡no ves que soy masoquista!

¡Vaya! Un sonido nuevo. Parece que fue un camión que no vio el rompemuelles sin pintar y se zarandeó de lo lindo. Este alcalde nuestro es un «hp», esa sí es la palabrita en cuestión.


Trataré de dormir; gracias al haloperidol logro hacerlo. Nunca... mentira que no quiero decir; sí, traté de matarme pero fue hace mucho tiempo, más de una década. Ahora ni lo sueño, ahora soy feliz, ahora tengo lo que quiero cuando quiero, ¿para qué más?













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