domingo, 7 de diciembre de 2014

COSAS DE TEMPRANA JUVENTUD

No me importó la timidez que podría evitar que siquiera pudieran salir sonidos de mi boca. No. Estaba tan enamorada de la Medicina que pude pararme frente a un pequeño grupo para enseñarles lo que ya sabía, a punta de desvelos y muchas tazas de café (que nunca cumplieron su cometido).

Sí, fue la primera vez que enseñé algo. Apenas tenía 18 años pero una pasión excesiva por llegar a ser cirujana. Ahora pienso que si alguien, en ese momento, me hubiera dicho que no lo lograría, jamás le habría creído. Cosas de la vida.

Recuerdo que en ese segundo año que me presentaba al examen de admisión para competir con miles que también tenían el sueño de opio de ser médicos, ya estaba en la pelea mi primo, menor por un año. También estuvo en el grupo de estudios y fue uno de mis alumnos. Esa vez, me miró con ojos asombrados y desde allí me respetó y admiró. Pero otro fue su destino. Ese chico despreocupado, sin muchas ganas de estudiar y casi sin saber nada, consiguió irse a URSS becado, durante la época de la Guerra Fría. A mí también me ofrecieron ese destino, pero más pudo mi convicción de no estar subyugada a un régimen que no te permitía leer ni hacer lo que quisieras, y el peso de dejar a mi familia y mis raíces, que mi afán de estudiar. Me quedé y todo se desvaneció como por arte de magia.

A veces me pregunto, ¿cómo habría reaccionado, siendo la cirujana experimentada, al recibir la noticia del cáncer que me carcomía? ¿Habría tenido cáncer si hubiera sido médica? Esta última pregunta es válida, ya que al cambiar cualquier aspecto de mi vida, de mi futuro, todo puede variar.

La verdad, no me importa. No me arrepiento de haber tomado el camino que tomé. No me interesa si mi primo, a quien no veía desde hacía mucho tiempo, al mirarme con esos ojos que seguían diciendo: "Eres muy inteligente", me aseguraba con convicción que yo habría sido una excelente doctora. Estoy segura que sí pero no se dio y no hay más que hablar.

Ahora juego con las palabras, aprendo a dosificarlas, a emplearlas en el término justo y eso me encanta. Tengo una nueva pasión que morirá conmigo y me encanta y no la cambiaría por ninguna.

Te cuento esto, amiga mía, a pesar de tener cien páginas que leer y corregir entre hoy y mañana y tener mi mano izquierda vendada y con una vía que espero no se mueva para que dure hasta mañana, que es mi última puesta del antibiótico.

Ya no te dejaré, escribiré más seguido porque esta nueva semana, que empieza mañana, ya estaré como nueva y sin ningún impedimento que no me deje hablar contigo.

Pronto te contaré qué más pasó en estos días.

No hay comentarios:

Publicar un comentario