Ya todas conocían mi preferencia hacia las mujeres, me había encargado de hacerla pública. Así, era habitual que cada vez que teníamos una reunión cualquiera de mis amigas me preguntara cosas íntimas que sin pelos en la lengua relataba a modo de cuento, pero que eran grandes verdades de mi pasado. Claro, no lo decía todo, pero ciertas situaciones graciosas sí. Sin embargo, nunca dije ni diré nombres. Eso sí que no.
Quizá este hecho, el de andar contando "mis cosas" haya "picado" el gusto de "Pepita", la amiga que nunca me atrajo. Porque ella es lesbiana ¿o bisexual?, creo que esto último.
La cuestión es que ya hacía más de un año me había dado cuenta de que quería algo conmigo, pero yo no daba motivo a que se concretara. Solo le seguía la cuerda y mantenía mi distancia. En el colegio no pasamos de ser compañeras, amigas no lo fuimos nunca. Tan es así que hace poco me dijo, asombrada, que nunca habría pensado que yo fuera así. Y es que recién me estaba conociendo.
La verdad es que me fui contra la pared en los dos encuentros que tuve con esta mujer ojiverde. Quizá porque no le dije todo sobre mí, no lo sé. La cuestión es que terminé maltrecha y ofendida. Y es que "Pepita" se comportó como si fuera "Pepón", arrasó conmigo y lejos de hacerme disfrutar terminé con dolor por un mes. Eso ocurrió la última vez, momento en que la dejé actuar.
La verdad es que a mí me gusta hacer el amor despacio, con delicadeza, pensando en la otra, en cómo se siente y si le gusta lo que le hago. Creo que todas deseamos que nos traten igual a como hacemos el amor.
Sin embargo, lo que recibí a cambio fue una pesadilla de la que ya ni quiero acordarme.
¿Y mis "amigas" del cole? Bueno, ese es otro asunto de homofobia que ya contaré. Sí, a pesar de que reían conmigo al contarles mis historias descubrí ese "pequeño inconveniente", así que ya no las veo y solo tengo contacto con muy pocas a través del Facebook.
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