Cuando tuve 9 años quise ser médica. Luego de un par de años decidí que además de sanar a los enfermos quería curar almas, es decir, ser una monja más. Estuve con esa idea durante varios años, creo que hasta tener 15. Pero no pienses que en un arrebato se me fue esta ilusión, no. Decidí dejar de lado mi deseo de ser religiosa (misionera, además) al enterarme de algo que me pareció una hipocresía de esa vida.
Paradójicamente tiene mucho que ver con mi esencia, con mi gusto a la hora de amar, con mi manera de entregarme en la cama.
Recuerdo que esa vez mi hermana menor, con el rostro que denotaba alarma y sorpresa, me dijo bajito que se había enterado de algo terrible. Me contó que a una de las alumnas de nuestro colegio, la hermana mayor (16 o 17 años) de una compañera de aula de ella, le habían encontrado una carta de amor de una religiosa del centro educativo. La verdad no sé si esto fue cierto, ahora me lo pregunto mientras te lo cuento, pero produjo en mí un gran fastidio y mucho enojo.
Y es que mi castillo se derrumbó. Ya no podía creer en la inocencia de las monjas, menos en su sacrificio por los demás y todo lo que significaba para mí la vida religiosa. Si no cumplían con sus preceptos, ¿cómo podía creer en su bondad para con los desvalidos? Definitivamente en ese momento murió, como arrancar una flor de la tierra, todo lo que pensaba del camino santo. Este hecho solo demuestra que desde siempre tengo desprecio por la mentira.
Sin embargo, siempre continué con el deseo de ayudar y convertirme en médica. Estuve en uma prestigiosa academia de preparación exclusiva para postulantes a esa carrera, pero a pesar de mis esfuerzos nunca pude entrar a estudiarla. En ese época habían muy pocas universidades que ofrecían medicina humana y la cantidad de postulantes era abrumadora.
Al final estudié algo muy distinto, pero que me gustó. Confieso que siempre fui muy respetuosa de la vida, y eso es, quizá, una de las causas que me impiden estar de acuerdo con los movimientos feministas y lésbicos que propugnan el aborto como un derecho de la mujer.
No es solo porque lo estudié, la afirmación de que el embrión es una persona desde que es concebido es para mí la pura verdad. ¿Que no tiene ojos?, ¿ni boca?, ¿ni cerebro?, pero tiene todo el componente molecular de un nuevo ser humano que al crecer será como tú o yo.
Sí estoy de acuerdo con el aborto terapéutico (creo que así lo denominan), que debe hacerse porque la madre está en riesgo o el feto dañado. Es cierto que algunas quieren tener a su hijo a pesar de estar en riesgo, pero es su decisión. Creo que la madre tiene el derecho de practicarse el aborto si surge el riesgo de morir por dar a luz. Esos son los únicos casos en los que está permitido.
Puedes decirme ¿y si a ella la violaron? Para eso hay sicólogos y psiquiatras que ayudarán a la mujer a soportar el tiempo suficiente para dar a luz. Si ella no quiere a su hijo, hay mucha gente ansiosa por adoptar y sentirse padres.
Como diría mi viejo: «Para todo hay solución, menos para la muerte».
Muerte, esa es la palabra. Si abortas estás provocando la muerte de un ser humano, de una persona, es más, la muerte de tu hijo. ¿Que es un derecho de la mujer? ¿Y el derecho que tiene ese niño de vivir? ¿Aguien le puede preguntar a la nueva criatura o él puede articular palabras o hacerse entender para saber si quiere morir? No existe una razón que justifique el aborto. Si no quieres tener hijos cuídate, toma la píldora. Si tu esposo se emborracha y te viola acude a las instituciones que velan por los derechos de la mujer, pero no culpes a ese ser que vive dentro de ti.
No digo que sea fácil, pero es un nuevo ser que tiene derecho a la vida.
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