Caminar al lado de la amada, recorrer uno y mil parques junto a ella, no importarte que acabas de dejar la oficina y estás exhausta, que tus pies sufren cada paso que das... ¡eso es amor!
Preparar el auto para el encuentro de más tarde, esta vez no será necesario tanto argumento para salir rumbo a la playa, el hecho es que ya está contigo y por fin tienes pase libre para amarla, sabes que más tarde ella será tuya y tú de ella, que tendrán mucho placer, que mutuamente se tocarán, se sentirán, llegarán a miles de orgasmos compartidos... ¡eso es amor!

¿Y el amor que me tengo? ¿Y el amor que te tienes?, ese es el más indispensable de los amores, es el amor por excelencia, sin él no puedes amar.
Si no te amas no existe amor en tu corazón, por eso fracasan muchas relaciones porque se basan en el amor que una puede y debe dar de sí; sin él todo se vuelve estéril.
¿Y cómo hacer para aprender a amar?, pues amándote a ti misma. Amarte primero a ti, en segundo lugar a ti, y en tercer término a ti… luego de eso ya podemos pensar en los otros.
¿Que esto es egoísmo puro?, podemos llamarlo como queramos, lo que sí tengo bien en claro es que surte efecto, y muy positivo, por cierto. Ajustar mi conducta a esta verdad me ha permitido aprender a amar y respetar a mi persona antes que a nada ni nadie. Y esto a su vez ha logrado que sepa diferenciar entre el amor y el querer, entre el amor y la pasión, entre las palabras amelcochadas de «ternura» y lo que realmente sienten por mí.
Ahora mi amor está bien dirigido, sé amar a la persona indicada, y sé querer cuando es el momento.
¿Qué más puedo pedir?
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