En esas páginas te encontré otra vez. Eras tú la que describía el afamado escritor, tú, no me cabía la menor duda. Esa chica, esa mujer, cómo me hizo recordarte, sus infidelidades, su maldad para con el amante, el esposo. No voy a negarlo, niña mala, te recuerdo, te odio y te quiero, te aprecio y te detesto.
Finalmente te había desterrado de mi pensamiento, de mi alma, de mi ser; hasta que no hace mucho recibí dos llamadas que no sé por qué no pude contestar. Y allí estaba el número de celular, así que decidí llamar. Contestó una mujer, pero qué conocida se me hizo la voz. ¿Eras tú o la otra niña mala que se me cruzó en la vida?
No es fácil asumir que fui blanco, presa de dos niñas malas. ¿Será que tengo afición al maltrato? Quizá la tenía, no lo sé, pero cuando quiero poner en una balanza las maldades de cada una no llego a comparar el daño. No sé quién ganó en esto. Creo que tú, la primera, la que conocí cuando todavía pensaba que las princesas sin corona existían, cuando volaba con mi imaginación y era tan inocente como una niña de pecho y pensaba, ¡oh, ilusa!, que me querían por mí y no por todo lo que hacía y la ayuda material que daba.
Esta novela que acabo de terminar de leer la viví a tu lado. Aunque mi experiencia contigo fue peor que la narrada en esta obra porque ni siquiera pude tenerte por completo, jamás.
Ahora existen otros medios para conseguir enviar un mensaje, para ubicar a quien no ves desde hace muchos años y eso fue lo que hice hoy. Te ubiqué por medio de una red social y allí estaba tu foto, tu cara, tu gesto que no cambia, aunque ya no tienes la lozanía ni la juventud de antaño. Ya no eres esa chica que hipnotizaba, que hacía que te deseara tanto que casi no podía respirar a tu lado, ya no. Te pedí para que seas parte de mis amigos en la red, y al ver que no me aceptabas te mandé un mensaje, y lo contestaste.
Yo estaba a punto de jugar y me llegó tu respuesta: Hola, Alethia. ¿Cómo estás? Así, de esta forma simple, como si nos hubiéramos visto ayer y no hace 10 años (o más). Contesté que muy bien y pregunté por tu vida. Me dijiste que todo bien y me preguntaste (ni idea de por qué) si yo trabajaba. Pero ya me había puesto a jugar, y no me dio la gana de leer lo que habías escrito hasta que llegó tu tercer mensaje. Al darme cuenta paré de jugar y vi que te despedías porque tenías que salir un momento. Te contesté con un cuídate, repitiendo tu deseo para conmigo, y nada más.
No pensé en ella durante horas, hasta que se me ocurrió escribir en el blog. La verdad es que no he calculado, ahora sí, en cómo reaccionaría al verla. Siento que ya no me entusiasma la idea. Al ver su figura en las fotos que tiene publicadas me doy cuenta de que ya no siento lo de antes, ya no me maravilla, ya no estoy bajo su hechizo y creo que nunca más lo estaré.
No hay comentarios:
Publicar un comentario