domingo, 14 de septiembre de 2014

MI ALERGIA A LA VIDA

Vamos a ver... sí, lo abandoné otra vez, me fui de parranda, como se dice cuando no hay excusa.
Pero una imperceptible vocecita me dice que debo escribir, que es mejor que ponga en letras lo que siento en este corazón que es terco como una mula porque sigue pensando que los chanchos vuelan.

Está bien, ya lo sé, lo sabía desde hace mucho pero no quería aceptarlo. Ahora digo que sí, que lo acepto, que es necesario que comience a vivir de otra forma, es decir,con otra forma de pensar y de tomar todo: los incidentes de casa, las relaciones familiares, las amistades, las enfermedades, las pérdidas y las ganancias de todo estilo, y la muerte.

Este mundo es simple, se trata de ganar, siempre de ganar algo. El que duda pierde, el que decide gana. Es todo. Y siempre, a la vuelta de cada esquina, te encuentras con una sorpresa, grata o desagradable, algunas son tan inesperadas que te dejan sin aliento, otras casi las ves venir.

Desde los 9 años empecé a tener problemas con mi piel, sí. Se volvió áspera porque mis poros se cerraron. Luego, vino lo fastidioso. Y vino porque desde esa época empecé a tener momentos que me perturbaban, que jugaban con mi alegría y la convertían en angustia y todo me parecía problema. Era muy tímida y asustadiza, una chica que no se atrevía a levantar la cabeza cuando hablaba con las profesoras, una niña cohibida y temerosa de todo. Desde allí empezó mi problema con la piel.

Sufría por el sarpullido que me salía detrás de los codos y las rodillas. Me picaba y no era nada parecido a alguna afección contagiosa. No.

Luego de mucho padecer, me llevaron a un dermatólogo. Y otro, y otro más.

Hasta que después de años de usar una cremita, que me aliviaba bastante, un médico me dijo que lo que tenía era psicodermitis. Me recetó algo con cortisona y desde allí ya no tuve el bendito sarpullido.

Al cabo de más de 20 años, mi piel volvió a llamar mi atención, a gritar socorro, a pedir ayuda por mí. Y es que volvió a enfermar. Ya no es el típico sarpullido que provoca picazón, no. Ahora la zona se arruga y arde.

Ya no me sirve la cremita de antaño y conociendo que debo poner orden en este aspecto, he sacado cita con la dermatóloga.

Es psicodermitis y estos médicos saben qué crema es la adecuada.

Aparte de ello, ya no pienso dejar de escribir, lo necesito. Me ayuda a desahogarme, a poner en orden mis ideas, a decidir sobre muchas cosas que vivo. En suma, me facilita la vida porque es mi catarsis. Así mi piel no sufre porque, a través de este blog, descargo todo lo que vivo.

Desde hace mucho llamé a mi problema de piel "alergia a la vida". Creo que eso describe plenamente mi reacción ante los problemas. Y sigo igual que la niña de 9, no me acostumbro a la vida, no soy de roca, no puedo comportarme como muchos que no se perturban por nada y toman lo que les acontece como algo normal, natural y fácil de entender.

Sigo siendo yo.

Sigo siendo esa que es sensible, a pesar de la imagen que he construido durante años y que me ha costado mucho. La imagen de la bromista, la que no toma en serio nada, la que se burla de todo, la que, por ratos, parece una simple despistada.

Dentro de mí habita mi niña, esa que muere por los helados; los videojuegos; los cómics; las películas simples pero que te hacen sentir; los dibujos animados; las historias de amor de novelas ingenuas; los paseos sin rumbo y escribir, escribir hasta morir. Contar historias, llenarlas de pasión, de ese amor que me vendieron cuando tuve conciencia y que compré sin pensar, de esos sentimientos que me invaden hasta hoy, a pesar de todo, a pesar de las tantas veces que estrellé mi cabeza contra un muro impenetrable, una realidad que me dijo siempre: "es una ilusión".

Así que ya sabes. Estoy de vuelta y trataré con toda mis fuerzas no dejar de escribir en este blog.




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