miércoles, 24 de diciembre de 2014

NAVIDAD

"Noches blancas, de hospital...", resuena, así, el inicio del estribillo de un villancico muy conocido. Mi mente, al oír esto, recuerda lo pequeños que somos, sobre todo en esta época de "amor" y "entrega". La mayoría de nosotros pensamos en lo que compraremos para esta Navidad a nuestros seres queridos: juguetes para los niños, ropa para los jóvenes, lociones de afeitar para los viejos y perfumes para las viejas.

¿Alguien se acuerda de los infantes que están en el hospital? Grandes empresas y también las medianas y pequeñas acuden a regalar por Navidad. Pero ese niño o niña también estuvieron en mayo o agosto y estarán dentro de cuatro meses. ¿Alguien los recuerda en esa época? Nadie, ni tampoco saben de las medicinas que necesitan y que sus padres no pueden pagar. Ninguno piensa en la cantidad de niños que mueren porque sus padres no tienen dinero para costear la radiografía que les salvará la vida.

Cada vez que se inician los festejos navideños y la gente acude como en procesión a agasajar a los niños internos, pienso en por qué no todo el año es así, en cuál es el impedimento para que los congresistas donen el 5 % de su sueldo mensual al hospital. Si pensamos en la gran cantidad de dinero que reciben, ese porcentaje serviría para que ningún niño sufra de hambre ni falta de medicinas ni pañales porque alcanzaría hasta para pagar la comida de los padres provincianos que llegan con sus niños graves.

Mientras en los barrios de gente rica se gasta mucho dinero en adornar la fachada de las casas con grandes cantidades de luces y ornamentos, muchos niños pasan la Navidad en hospitales, solos y acompañados por el sonido acompasado de un respirador artificial. Otros, en ese momento donde todo es alegría y el ambiente es invadido por el tronar de los fuegos artificiales, buscan comida en los basurales y deambulan por las calles en busca de un alma "caritativa" que les regale sus sobras. Otros, y en gran mayoría, pasan la Nochebuena trabajando hasta la madrugada en las calles, con el riesgo del abuso sexual de borrachos y violadores.

Todo esto no lo debemos olvidar, si queremos ser distintos al común de la gente. Puede ser que nos sobre un lugar en la mesa, entonces invitemos al niño que sabemos no tiene posibilidades de gozar de una cena de Navidad.

A veces, con solo 35 nuevos soles podemos aliviar el dolor de un pequeño que sufre por falta de ese dinero. Visitemos el Hospital del Niño; allí se tejen infinidad de historias que muchos tenemos la capacidad de cambiar su triste final por uno alegre y positivo. La cuestión es no solo ir por Navidad, sino durante todo el año. Ese es el verdadero sentido de esta gran fiesta: compartir con el otro, con el desvalido.

Así podremos decir, sea en enero, febrero, mayo o cualquier mes del año: ¡¡¡Feliz Navidad!!!


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