miércoles, 17 de diciembre de 2014

TAMY

La misma hora y el mismo lugar, fue como si nos hubiéramos puesto de acuerdo pero no. Todo fue una casualidad que me puso a mil por hora.

Salí apresurada, como si alguien me dijera que me apure porque algo importante iba a pasar. Tenía que llegar a la universidad, a gestionar mi pago, y hacía mucho calor. El sol, amenazante con las personas que, como yo, vestían jeans, ardía sin piedad.

Luego del trámite y todavía en el campus, decidí tomar un café en uno de los locales de una afamada cadena americana. No es que sea el mejor café, pero tienen una de sus tantas mezclas heladas que me agrada porque siempre estoy con sed, así sea invierno.

Entré al local y compré mi café, al voltear para buscar sitio donde sentarme me di con ella, cara a cara. Mi sorpresa fue tal que casi la baño con mi bebida por el salto que di. ¿Cuánto tiempo ha pasado? Me preguntó, y yo solo atiné a sonreír. Mucho, contesté, y al mirar sus ojos los vi y admiré, como antes. Almendrados, color miel y que destellaban un vigor de niña de 15.

Pero ya no era niña hacía tiempo. Ahora era mucho más madura, y empresaria encima. Le pregunté por la carpeta que llevaba y sacó de ella muchos planos y otras cosas que para mí eran chino. "Trabajo para hacer un lugar mejor para los estudiantes y empleados", afirmó.

Después, y gracias a su explicación, supe que era la ingeniera a cargo de la nueva cara de la universidad. Habían invertido mucho para que el local sea más moderno y confortable. No tuvo que decir la cantidad que le pagaban para saber que se estaba llevando grandes honorarios. La felicité y no pude evitar tomar su mano cuando lo hice. El rubor tiñó sus mejillas... y las mías también.

Casi de inmediato quiso saber cómo estaba mi vida sentimental, si tenía pareja o no. Le contesté preguntando: "¿Y tú? ¿Conquistaste a una o varias más?". Mi sarcasmo desdibujó su sonrisa melosa, esa que tantas veces me dedicó cuando compartimos departamento, cama y una vida juntas.

La verdad es que fue, al principio, una buena relación con Tamy, así se llama mi amiga y examante. Al verla, muchos buenos recuerdos se asomaron por mi mente. Sin embargo, pesaron más los tristes y hasta vengativos. Ella fue así conmigo, y la verdad es que hasta ahora no encuentro el por qué.

Sé que era muy celosa pero este sentimiento rayó en la locura. Nunca tuve nada con nadie mientras duró lo nuestro, y eso se lo dije muchas veces pero nunca me creyó.

Ahora la veía distinta; como dije, su actitud era de una mujer madura, que sabe lo que quiere y dónde pisa. La verdad es que me asombró encontrarla, pero mucho más, cuando hablamos, sentir que era otra persona, alguien mejor.

Sé que me terminó, que borró con su actitud ese gran amor que surgió en mi alma. Después de tantas escenas de celos, fue ella la que me dejó por otra.

En el momento en que nos reencontramos no le dije nada. Tan solo la saludé con alegría y ella correspondió a ese sentir. Pero cuando salimos a tomar unas copas a la semana de vernos, no sé si los tragos o la intimidad hizo que hablara sobre eso.

Ella me dijo que se arrepintió en el alma de haberme dejado, que le fue muy mal con la chica que estuvo y que se dio cuenta de que me seguía amando. La tomé de la mano y le dije que no se preocupara, que ya había aceptado hacía tiempo que ella no era para mí.

Tamy frunció el ceño, bajó la cabeza y me pidió salir nuevamente con ella, mientras juraba que nunca me olvidó y que me seguía amando. Yo estaba asombrada. No podía creer lo que pasaba.

Me tomó la mano y no me la soltó hasta conseguir besarme apasionadamente. No le importó la gente ni que no estuviéramos en un ambiente gay, simplemente lo hizo con desesperación y no me soltó durante varios minutos. Terminamos en mi departamento y sucedió lo que tenía que suceder.

¿Qué debo hacer? ¿Aceptar a Tamy y olvidar todo o dejar de verla?

Necesito un consejo, querida amiga


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